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Hay gentes que aun hoy no tienen

nada que hacer ni que hablar,

y entre unas cosas y otras,

las vidas de otros sostienen

sin las suyas siquiera mirar.


¿Cuál ha sido mi pecado?

¿Cuál el error cometido?

¿Es porque me he enamorado

de un hombre que he conocido,

el cual me ha dado su alma,

y su amor y su cariño?

¿Acaso tengo condena,

o penitencia, o castigo?

Decidme gentes del pueblo,

¿que pena es la que me aplican?

¿En que párrafo de leyes

está la injusticia escrita

que diga que amar no puedo,

quitándome así la vida?

Decidme, murmuradores,

¿Con qué puedo yo pagaros

el estar amando a aquel,

que ha puesto en mi sus amores;

y aun vosotros renegaros,

-"¡que eres muy joven pa el!"

Decidme entre todos ¿que es el amor?

¡decídmelo con vuestros cantos!

Que yo soy joven, lo sé,

pero lo que estos ojos ven,

no son sus cuarenta y tantos;

si no un hombre que al mirarme,

por mi nombre me ha llamado,

y mis ojos jubilosos

por el suyo contestaron.

Como si ya fuera mio,

y yo suya antes de hablarnos.


No digais entonces nada,

no voceeis en vano,

que si yo soy la inocencia,

¡que orgullosa me hace sentir

llevar la experiencia al lado!

Y si pensasteis alguno,

hablarme de intransigencia,

tranquila está mi conciencia,

mas nunca sabrán cuanto amé,

ni cuanto lo que me amaron.